Volvamos a la cirugía plástica. Pasemos al feliz día de la curación. Llevas ese colgajo de piel en el cuello durante varios meses; pero no hay solo una tira. Normalmente son media docena de pedículos, para que el cirujano disponga de mayor cantidad de tejido.
Para la reconstrucción tienes que pasarte dos meses con esos colgajos en el cuello.
Dicen que lo primero en lo que se fija la gente es en los ojos. Renunciarás a esa esperanza. Pareces un derivado cárnico triturado y procesado en una fábrica de aperitivos.
Una mamá se deshace en la lluvia.
Una piñata rota.
Las tiras de piel caliente que te cuelgan del cuello están sanas; son tejido vivo y sano. El cirujano las levanta todas y te coloca el extremo sano en la cara. Así es como el tejido se traslada y adhiere a tu piel sin dejar de recibir el flujo sanguíneo. Luego levantan toda la piel suelta y hacen con ella un montón, hasta darle la forma de una mandíbula. En el cuello, donde antes había piel, ahora sólo hay cicatrices. La mandíbula es un amasijo de tejido injertado que los médicos esperan que agarre y asiente.
Los cirujanos y el paciente esperan otro mes. Pasas otro mes escondida en el hospital, esperando.
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