Déjame que
lo dicho
no se
parezca en nada
a lo
pensado.
Y que lo
pensado,
si alguna
vez fue dicho,
no se
parezca en nada
a su música.
Déjame creer
que lo pensado
y su música
son huecos
que se
necesitan,
que se
atraen
como dos
amantes
sin
reproches.
Déjame creer
que lo dicho
lo pensado
y su música
tienen
cada cual
lastres propios,
y que
ninguno se colma
en el otro;
acaso en su
dispersa
inmensidad,
en su sutil
equidistancia.
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